Texto y foto por Lucas Amaturo
Hoy el día empezó mejor que cualquier otro.
Te levantás, respirás hondo y sentís que el aire es más puro. Así como si nada resulta ser que tu cuarto no estaba tan desordenado. Que el sahumerio que pone tu vieja huele bien. Giras la cabeza y ves al perro mover la cola como jamás lo había hecho. Te llama tu novia y tiene esa voz suave y dulce de siempre... pero hoy es diferente. Hasta la tostada que se te resbaló de la mano cayó del lado sin dulce.
Salís a la calle y te das cuenta que el sol está más brillante, como si estuviese más cerca. Levantás la cabeza y mirás como buscando a alguien, pero el reflejo no te deja. Entrecerrás los ojos y esbozas una sonrisa.
Llegás al trabajo y tu jefe no es más tu jefe, casi que es un amigo. Esa pila de laburo que tenías no era tal y terminás antes de lo esperado. Te vas hasta la puerta y te das cuenta que ya es de noche...
Es una linda noche. Limpia y no tan oscura como las demás. Mirás para arriba y ves una estrella. Dos, tres... y te pusiste a contar estrellas.
Del trabajo a tu casa contaste 50. Estás por entrar pero te faltó algo. Otra vez la mirada al cielo y las 50 estrellas que venías contando, cada una en su lugar. De repente aparece otra, un poco más brillante. La última que vas a contar hasta ahora. La número 51.
Entendés que no puede ser casualidad. Cerras los ojos. Sentís como se humedecen. La fuerza de esa lágrima te obliga a abrirlos. Y se fue. De tu ojo al infinito como tantas otras. Pero diferentes porque hoy son de alegría. Sentís como esa felicidad extrema, esa avalancha de sentimientos te recorre el cuerpo y respirás hondo. Mirás a esa estrella número 51 otra vez y decís: “Boca es campeón... otra vez”.